Es verano, pero sigo por aquí dejando constancia de sucesos de interés. Aún estando centrado en mi primer intento de gamificación, he encontrado tiempo para pasarme por el V Encuentro de Jóvenes Investigadores en Historia Contemporánea celebrado en la Universitat Autònoma de Barcelona. ¿Para qué? Para explicar por qué y cómo utilizo los juegos de rol en clase.
¿Qué pintaba yo entre tanto investigador universitario si llevo años alejado de cualquier polémica histórica? ¿Qué iba a hacer con mis experiencias en un instituto delante de los que bucean en archivos, realizan sesudos análisis y exponen ante doctos tribunales? ¿Y cómo me metí ahí si desde que acabé la carrera no he vuelto a pisar una universidad?
Pues la culpa de todo, y se lo agradezco personalmente, es de mi amigo y ex-compañero de carrera el Doctor en Historia Juan Carlos Colomer. Él vio el potencial que tenían mis experiencias en el campo de la didáctica y me pidió que redactara una comunicación para una mesa-taller cuyo título era: Memoria, identidad y conflicto en el aula de Historia. ¡Toma ya! pensé yo.
Ni pude ni quise negarme. Así que me puse manos a la obra y escribí una comunicación: Los juegos de rol como elemento dinamizador para las clases de Historia en la Educación Secundaria Obligatoria. Ahí es nada, largo y sonoro, a lo académico. Como es obvio, mi comunicación se centraba en el uso de los juegos de rol como elemento motivador en la enseñanza de la Historia Contemporánea para generar experiencias educativas significativas. Sí amigos, lo que parecía imposible en los años 90 está sucediendo: los juegos de rol llevan años dejando su huella en el ámbito docente y parece que vamos en la dirección correcta.
En la mesa-taller se presentaron hasta 15 comunicaciones, divididas en aportes teóricos y prácticos. Como comprenderéis, voy a centrarme en este segundo bloque, que es el que me interesa. Así, me gustaría destacar dos experiencias didácticas que me llamaron la atención y que ilustran lo grande que es ser profesor de Historia cuando un docente tiene ganas de trabajar y salirse de los cauces usuales.
El primer caso es el del profesor Aitor Pérez-Blázquez, especializado en Historia Moderna, quien señalaba la escasa relevancia y mala ubicación de la misma en el currículum educativo. Su aporte iba en la línea del trabajo por proyectos, entre los que destacaban tres. El primero era la organización de un viaje a través del Camino Español saliendo de la Península Ibérica y llegando hasta Flandes. El segundo consistía en detectar, a través de la lectura de dos capítulos del Quijote, los cambios sociales que se producen en el tránsito de la Edad Media a la Moderna. En el tercero los alumnos debían realizar un pequeño ensayo historiográfico sobre la figura del Marqués de la Ensenada, quien promovió una política represiva sobre el pueblo gitano.
El segundo caso es el del profesor José Antonio Pineda-Alfonso quien trabaja en un instituto del barrio sevillano de Torreblanca, al parecer conflictivo y degradado. Partiendo del origen del barrio, formado por los familiares de los presos del franquismo utilizados como mano de obra esclava para la construcción del canal del Bajo Guadalquivir, el temario se articula en torno al concepto de conflicto (Guerra Civil, dictadura, conflictividad actual) con la finalidad de conectar el presente de un alumnado desinteresado con su propio pasado. Al parecer, partiendo de la investigación sobre la vida de sus abuelos han iniciado un proceso de transformación de su forma de ver y entender su comunidad.
Por último, entre todos los asistentes se estableció un debate/sesión de autoayuda donde se señalaron numerosas cuestiones de interés social y didáctico. Entre otras cosas, se señaló que:
– Los libros de texto, principal herramienta de aprendizaje, presentan un contenido cerrado, poco objetivo y al margen de las investigaciones históricas más recientes. Esto repercute en una infantilización del alumnado. Evidentemente, es difícil realizar un material que combine todas las corrientes e interpretaciones. Quizás si los profesores no tuviésemos tantas horas lectivas podríamos elaborar materiales de mejor calidad sin necesidad de sustraer horas de nuestro tiempo no laboral.
– Asumimos que el alumnado no tiene interés en nada y no les preguntamos qué quieren ver, tal como se hace en sistemas de Enseñanza Libre. De este modo, fomentamos currículos cerrados diseñados por organismos estatales y funcionarios o políticos alejados de la realidad de las aulas.
– Los puntos anteriores se explicarían por la necesidad del Estado de generar certezas y mitos válidos e inmutables en el tiempo para fomentar la estabilidad de un régimen determinado. Así pues, se evita el conflicto o alcanzar zonas de sombras. Si nuestra propia sociedad rechaza el conflicto, ¿por qué han de afrontarlo los manuales escolares y los alumnos? Por ejemplo, el discurso de la Transición modélica en que el tándem Borbón-Suárez nos trajo la democracia, tal como repiten todos y cada uno de los libros de texto.
– Faltan condiciones para mantener y difundir experiencias positivas entre la comunidad educativa. Como norma general, las experiencias más significativas duran lo que duran las ganas del profesor que las lleva a cabo. Cuando este docente se retira, sus experiencias desaparecen. Evidantemente, las instituciones no están interesadas en promover buenas prácticas.
– La marginación de la mujer en los libros de texto, relegada a un papel secundario o invisible, obviando la trascendencia de determinadas mujeres en las luchas sociales de la contemporaneidad. Igual sucede con otras corrientes de relevancia como el anarquismo, el feminismo o el ecologismo.
Sin duda, una gran experiencia en lo profesional, que me ha permitido realizar algo de gimnasia intelectual y desentumecer los músculos, así como observar de cerca las maneras de trabajar del mundo académico y conocer otros trabajos de profesionales de gran calidad.
Pd: quien tenga interés, puede hacerse con la comunicación aquí, buscando Ignacio Maté, por orden alfabético.