
Escudos que la Mano del Rey encargó para cada clase como recompensa a su participación.
El trimestre ha acabado y con él mi primer intento de gamificación: Joc de Trons per 2n d’ESO. Estoy muy satisfecho con esta aventura y con todo lo que me ha permitido hacer: generar una experiencia significativa de aprendizaje, participar en ponencias y talleres, empezar a conocer a lo más granado del mundo de la gamificación educativa, dar visibilidad a mi trabajo y sentirme muy realizado profesionalmente.
Las dos última semana y media del proceso nos centramos en conocer el Islam y al-Ándalus. Para ello rechazé de entrada hacerlo como lo había estado haciendo hasta el momento: leyendo las páginas correspondientes y contestando a las preguntas de cada página, complementando con los resúmenes que les entregaba.
En esta ocasión, siguiendo mi planteamiento narrativo, la Mano del Rey enviaba a los alumnos lejos de sus feudos, a una tierra desconocida. En ella, los viajeros conocían una nueva religión, el Islam, y unas nuevas tierras: Arabia y al-Ándalus. La condición indispensable era escribir unas cartas contando sus peripecias (naufragios, enamoramientos, altercados con la guardia…). El contacto con diversos personajes les facilitaba la información fundamental de la cultura islámica y su historia.
A consecuencia de esta última experiencia tengo el armario del departamento lleno de cartas enviadas desde el pasado, lacradas, envejecidas con café y con los bordes chamuscados. No os engaño si os digo que aquello parece ahora la oficina de correos de los Reyes Magos. El resultado es espectacular y sorprendente, teniendo en cuenta que el formato salió de su propia iniciativa.

Olor a ceniza, café y tiempos remotos.
De este modo, según la teoría, se da una de las condiciones que determinan el éxito de una gamificación: el material generado por el usuario o destinatario. No me puedo quejar, pues también la práctica del gótico tuvo unos resultados espectaculares. Los grupos han generado un material de gran calidad.
Por otro lado, las encuestas de opinión que les hice la última clase, justo después de entregar las últimas medallas y la coronación de las Reinas de Poniente, dejan constancia del éxito. La opinión a favor de seguir por la senda de la gamificación es unánime.
¿Y qué hay de los resultados? Mejores de lo esperado. En un grupo han aprobado 18 de 22 y en el otro 15 de 21. Nunca me había pasado. Además, la distribución de las notas es muy equilibrada, siguiendo una distribución de Gauss (ya sabéis, el rollo de la campana).
Al principio, como os contaba en una entrada anterior, había pensado distribuir un total de 1000 puntos entre los 3 bloques fundamentales en que había dividido el trimestre. Sin embargo, entre juegos, concursos, trabajos voluntarios y medallas al comportamiento o trabajo cualquier alumno podía llegar acumular unos 1300. Esto me lo aconsejaron algunos de los cracks de la gamificación en este país. Y la verdad es que ha sido un acierto.
De este modo, la existencia de una puntuación elevada sumado a la diversidad de actividades propuestas (manualidades, redacción, lectura, comprensión…) han echo aumentar las posibilidades de todos los alumnos de hallar actividades donde destacar y demostrar sus habilidades y competencias. Creo que ha sido una buena forma de tratar las inteligencias múltiples en el aula.
¿Qué más queréis que os diga? Pese a lo exigente que puede llegar a ser poner en marcha una gamificación de largo recorrido, el resultado final es enormemente satisfactorio. No sé cómo no estáis gamificando ya.