Rol y conductas de riesgo (2ª parte)

img_2563Trabajar con adolescentes es como sentirte bipolar. Unos días te los llevarías de viaje al fin del mundo, donde forjaríais un vínculo emocional de por vida, y otros los arrojarías al pozo de Sarlacc, donde podrían encontrar otra definición del dolor al ser digeridos durante más de mil años.

La tercera sesión de juego  me ha dejado más ganas de lo segundo que de lo primero. El abogado de la defensa dice que debo entender que se trata de una asignatura que se imparte un viernes a penúltima hora, que el demandante no tendría ni que impartirla porque no es su especialidad, que solo tiene una sesión semanal de 1 hora y que nadie se cree que se puedan suspender (porque total, al final, si pones buena cara la ESO te la regalan, que a un premoh que yo tengo se l’han dao blablabla…).

La segunda aventura nos ha llevado dos sesiones. En la primera de ellas, la clase ha funcionado al 50%. Dos de los grupos han estado fuera de cobertura la mayor parte de la sesión y, de los otros dos, uno estaba hipervitaminado. Puede haber influido el hecho de que en esta ocasión no tenían a ningún formador asistiéndoles o que tenían la opción de interpretar a sus personajes con mayor libertad… Algo tan sencillo como reunir pistas entrevistando a  4 posibles fuentes de información se convirtió en una lluvia de ideas agotadoramente absurda hasta que no me puse serio.

En la aventura, la resistencia descubría que se habían infiltrado dos agentes de las megacorporaciones en su ciudad y que andaban tramando algo. La única pista sobre estos espías la tenía un grupo de jóvenes (interpretados por los amigos de Asaupam) que estaba fumando porros en un parque. Las propuestas de los alumnos alternaban entre el simple secuestro y la elaborada tortura para sacarles información. Según ellos, el fin justificaba los medios (si es que llegaron a entender esa frase…). Por suerte, recondujimos la situación y abordamos el problema de consumo de droga con los consejos pertinentes, aportando soluciones ante una bajada de tensión por consumo de cannabis (un blancazo) y planteando otras cuestiones que fueron del interés de los chavales.

En la segunda sesión que nos ha ocupado esta segunda aventura el ambiente fue más relajado. De hecho, los alumnos han empezado a actuar como sus personajes. Así, el pardillo propone ideas descabelladas, la popular trata de tomar la iniciativa al hablar y la que se deja pone de manifiesto su escaso criterio. Lamentablemente hay un grupo en el que los alumnos, todas chicas, apenas se involucran en la historia. Es la única nota negativa y que habrá que solventar.

La información obtenida en el parque llevó a los miembros de la resistencia hasta una fábrica donde se escondían los dos agentes infiltrados. Una vez allí, se plantearon dos estrategias. Entrar en la fábrica con la excusa de buscar trabajo o realizar una entrada ilegal. Por suerte, las tiradas de criterio y habilidades sociales encaminaron al grupo hacia la solución menos delictiva.

Finalmente, una trampa permitió la captura de los agentes de las megacorporaciones, quienes al verse acorralados hicieron saltar la fábrica por los aires. Entre cascotes, humo, fuego y una lluvia de queso fundido (¿De qué podía ser la fábrica?) los infiltrados escaparon, dejando tras de sí una valiosa información. Se está preparando un asalto contra la ciudad y, sin saberlo, va a contar con la involuntaria ayuda de los ciudadanos de Badatown.

Una de las pocas situaciones en las que tuve que improvisar fue durante la resolución de la trampa tendida por los agentes a los infiltrados. El juego no contempla la posibilidad del combate, ni tiene descritas habilidades al uso. Quizás podríamos usar el atributo polifacético para determinar si conoce técnicas de autodefensa. Aún así, la situación la encarrilamos de forma cinematográfica y a nadie pareció chirriarle la fuga entre explosiones.

Por último, y de nuevo, es de agradecer la participación del equipo de Asaupam. No sólo por cómo desarrollan el tema de la prevención durante las sesiones de juego, sino por cómo ayudan al profesor al asistir a los grupos cuando es necesario. Sin ellos esta experiencia no tendría la misma efectividad.

Me gustan las clases magistrales

Y no me avergüenza reconocerlo. Pero parece que hay gente empeñada en que así sea. De un tiempo a esta parte me da la impresión de que se está polarizando el mundo de la enseñanza. Existen los buenos docentes, aquellos que hacen ABP, ABJ, Aprendizaje servicio, Gamificación o Flipped Classroom, y los malos docentes, aquellos que recurren a clases magistrales y solo han cambiado el VHS por el DVD (cuando el presupuesto lo permitía, lo normal es recurrir a descargas ilegales y un pendrive).

¿Y esto a qué viene? Pues que empiezo a cansarme de titulares explosivos cuando la prensa habla de educación.

titular

A lo largo de mi vida como alumno he visto poca innovación. Quizás no era el momento. Entré en el sistema educativo a finales de los 80 y lo abandoné… bueno, ahora soy profe, así que siempre he estado metido en un aula. He visto unos cuantos planes de educación y ninguna intención de resolver problemas.

Durante mucho tiempo, lo más innovador que vi fue el uso de puntos que hacía la señorita Amelia en 4º de EGB. Por ofrecerse voluntario y responder correctamente aquella maestra nos regalaba vales que podíamos cambiar al final del trimestre por cachivaches varios que ella ponía sobre su mesa. A mí aquello me pareció un bombazo. Lo normal, en aquellos tiempos, era la clase magistral: escuchar una explicación, leer unas páginas, contestar preguntas y rellenar exámenes. Desde primaria hasta la universidad.

¿Y creéis que nunca logré sentir emoción o interés por ninguna materia? Al contrario. Tuve profesores a los que considero auténticos profesionales de la clase magistral. Gente con un dominio de la oratoria que sabía cómo venderte hasta el tema más difícil. ¿Y cuáles eran sus recursos tecnológicos? Ninguno.

Vicent, mi profesor de valenciano, fue un déspota para muchos. Era serio, muy serio, nunca le vi hacer una broma. No sé si reía jamás. Pero a base de un sistema tradicional de enseñanza sembró en mi una estima por la lengua que no me ha abandonado. En 4º de ESO hizo algo que no sé si sigue haciendo todavía: obligarnos a escribir un libro. Y fue una de las pocas actividades que recuerdo de aquellos años. Fue todo un reto apasionante. En 40 páginas conté la la historia de un soldado de infantería del Starcraft (un pastiche entre el videojuego, las novelas de Sven Hassel,  el manifiesto comunista, y las pocas nociones de filosofía y religión que poseía). Aún recuerdo que al entregarme aquel sobresaliente me dijo: pensava que era un joc de rol.

En el instituto hubo otro docente que me inspiró sobremanera. Se trataba de Emilio Salazar. Durante la primera de las clases de latín que impartió nadie abrió la boca. Lamento no recordar lo que dijo, solo sé que pensé: «joder, que nivelazo. Este tío es un crack». A lo largo de los dos cursos del bachillerato lo confirmé. Lo vi reír con nosotros y de nosotros, emocionarse con nuestras ocurrencias, llorar cuando nos habló de los sucesos de Vitoria en 1976 (nosotros, en nuestra juvenil insensatez, nos tomábamos los días de huelga como una fiesta) y conmoverme tocando mi fibra sensible (aquel día lo tengo grabado a fuego en mi memoria, nunca había visto llorar a un profesor). Solo necesitaba su don de la oratoria, su dominio del lenguaje. Hizo del latín mi asignatura favorita.

Ya en la carrera de Historia, tuve el placer de disfrutar de algunas de las mejores clases magistrales de mi formación. Podría haberme pasado horas escuchando a Peña, Garcia-Oliver, Nebot o Ruzafa por citar solo cuatro de aquellos profesionales. Ellos lograron, y no es broma, emocionarme con la Historia. Hasta los hechos más cotidianos de nuestros antepasados tenían un punto de épica, como si los guionistas de Hollywood se estuviesen dejando las mejores historias sin contar. Sus únicos instrumentos fueron sus conocimientos y sus voces.

Todos estos profesionales que he mencionado supieron hacerme pensar que la profesión docente es una actividad que puede sacar lo mejor de cada uno, tanto del que enseña como del que aprende. Más tarde, en la práctica comprobé que en un aula los papeles de uno y otro no están siempre tan claros. Y que emociones hay, de positivas y negativas.

Cierto es que son pocos aquellos profesores a los que recordamos por esta habilidad comunicativa, pero eso no invalida el valor de las clases magistrales ni los discursos bien elaborados. De igual manera, no todos los profesores que intentan innovar dominan todas las tecnologías, recursos o metodologías punteras. Y eso no les hace menos valiosos.

Digo yo que si desde la Antigüedad la oratoria y la retórica han sido materias de estudio no es solo porque tenían, sino que siguen teniendo, un gran valor. Damos por hecho que el profesor sabrá transmitir la emoción que siente por su materia a los demás solo por ser un licenciado universitario. Y eso es un error. Lo diré sin tapujos: no aprendí nada en el curso del CAP (Certificado de Aptitud Pedagógica), y no sé si los futuros profesores están aprendiendo algo con el máster. Desde luego nadie me dijo que la forma en que transmitimos un mensaje fuera tan importante.

Algunos de mis compañeros dicen que antes no había tantas distracciones. No había móviles, ni aplicaciones, ni redes sociales… ¿Acaso pensáis que en mi infancia-adolescencia no había distracciones? La Spectrum, el Atari, la Megadrive y la Playstation nos sorbían igualmente el interés, el deporte también nos ocupaba tardes enteras y las hormonas nos reblandecían el cerebro.

En mi opinión, basada en la teoría y mi práctica diaria, los docentes debemos saber utilizar las clases magistrales como un recurso más, sin sentir vergüenza por ello. Lo ideal es hallar un equilibrio entre la multitud inabarcable de recursos y las muy variadas estrategias y metodologías (¿Cuál es la diferencia? En serio). En nuestro trabajo, lo ideal es saber hallar aquello que puede resultar mejor para los alumnos.

En resumidas cuentas, me da la impresión (basada en la observación directa) que este tipo de titulares solo contribuyen a que buena parte del profesorado se ponga a la defensiva y recele de cualquiera que venga a justificar la necesidad de introducir nuevas estrategias en el aula (por muy avaladas que estén por la neurodidáctica). Muchos docentes se sienten cuestionados por la sociedad y el entorno directo de trabajo (equipos directivos, compañeros, familias, alumnos) y ocurre tanto con los docentes calificados de tradicionales como los llamados innovadores. Se está dando forma a una confrontación que todavía hoy no ha pasado de las notas anónimas, la no renovación de interinos o la obstrucción a la formación y el perfeccionamiento.

Y ya que hemos estado hablando de Historia, no olvidemos que, en el pasado, las palabras pronunciadas a pie de calle o desde un púlpito fueron capaces de desencadenar transformaciones sociopolíticas de gran calado. Porque las palabras, pronunciadas con maestría, transmiten conocimientos, alteran las emociones y conmueven al oyente.

Rol y conductas de riesgo (1ª parte)

img_2563¿Os imagináis a un explorador elfo, un clérigo enano, un ladrón mediano y un bárbaro humano discutiendo sobre lo irracional de su conducta tras una pelea en una taberna? ¿O que razonaran de lo conveniente de moderar su consumo de alcohol? ¿No? Pues…

Hace un tiempo os presenté D_Rol, un juego de rol creado con la intención de abordar la problemática de las adicciones y malos hábitos entre los jóvenes. Pues bien, hace dos semanas que empecé a usarlo en clase y, por el momento, junto a los compañeros de Asaupam, llevamos realizadas dos sesiones.

Primera sesión

La primera mitad de esta sesión la dedicamos a explicar a mis alumnos de 2º de ESO qué eran los juegos de rol.

– ¿El League of Legends es un juego de rol profe?

– ¿El World of Warcraft, no?

– ¡El Clash Royale!

– ¿¿¿EL PARCHíS???

Un par de situaciones usuales (como la típica taberna donde el brujo ofrece un trabajo y el pasillo lleno de trampas), unos cuantos ejemplares de mi biblioteca personal y otras imágenes sirvieron para reorientar la conversación.  Algo quedó claro: la base de los juegos de rol estaba en juntarse a echar una partida y la interpretación de los personajes.

La segunda mitad de la sesión la dedicamos a trabajar sobre el juego. Lo más importante, tras situar la ambientación y la intención del producto, era analizar los estereotipos que acompañan al juego: «el chuloplaya», «la popular», «el amigo fiel», «la que se deja», «la wikipedia», «el pardillo»… epítetos que todos hemos usado y que en ocasiones sirven para encasillar a los compañeros del aula y el trabajo basándonos en los prejuicios y el desconocimiento. Como en todo juego de rol, los futuros jugadores pusieron nombres, aficiones, intereses y algo de espíritu a las fichas de personaje.

Segunda sesión

La narrativa

Nos trasladamos 200 años en el futuro. Grandes rascacielos se alzan sobre la superficie. Vehículos aerodeslizadores y permiten ir de un lado a otro. Las fábricas saturan el aire con su humo y contaminan las aguas con sus residuos. La tecnología ha entrado en nuestros cuerpos y nos transforma. Todo ello al más puro estilo Cyberpunk

cyberpunkEl capitalismo se ha adueñado del mundo. Las empresas multinacionales deciden. Los ciudadanos obedecen. El consumo garantiza una falsa felicidad, pero eso es suficiente para la mayoría. La gente viste igual y no levanta la cabeza de sus dispositivos móviles. Todo el planeta se ha rendido a la voluntad de los grandes grupos de poder económico. ¿Todo? No. Existe un reducto que planta cara a esta situación. Se trata de Badatown, una ciudad donde la gente se reúne en plazas y zonas verdes, deciden en asambleas, juegan al aire libre, se miran a los ojos, gestionan bancos de tiempo y se hacen favores unos a otros.

El gobierno regional de Inditex no puede permitir un modo de vida alternativo al que ellos postulan. Para ello emplea diversas estrategias: ha rodeado el perímetro de la ciudad con megacomplejos comerciales, ha infiltrado agentes corruptores, alienta el consumo de sustancias nocivas y fomenta actitudes irresponsables con una poderosa maquinaria de propaganda.

Por suerte, los agentes de la resistencia se encargan de velar por el mantenimiento del estilo de vida de Badatown. De entre ellos, los mejores forman parte del Comando Elefante Verde (CVE, siglas de la asignatura Cultura i Valors Ètics). Y esta es su historia.

La aventura

La primera misión que la organización les planteó consistió en introducirse en el despacho del jefe del megacomplejo comercial de La Maquinaria, en la cercana localidad de Santako-Mango. Allí debían robar los planes de la próxima ofensiva que las megacorporaciones iban a lanzar sobre su ciudad.

Tras atravesar centenares de tiendas apenas distinguibles unas de otras, el comando de 4 agentes llegó hasta el pasillo del despacho. Allí les esperaba un agente de seguridad. Por suerte, este empleado no despegaba los ojos de su Iphone-207-B y mientras hacía la ronda pasó de largo. Una vez en el interior lograron, al tercer intento, abrir la caja fuerte y hacerse con los informes de operaciones.

De regreso, la organización les agradeció el trabajo invitándoles a una merecida fiesta. Sin embargo, como diría alguno de los asistentes tras el altercado, «el problema es que algunos no saben divertirse sin perder el control». La noche se vio interrumpida por una pelea entre los agentes y algunos de los asistentes al evento.

La reflexión

En la práctica, D-Rol me está pareciendo un recurso genial para abordar las actitudes de un grupo de jóvenes respecto a determinadas adicciones y problemas. Aunque lo ideal es emplearlo con grupos reducidos para poder abordar mejor casos individuales, no me parece que funcione mal en un grupo clase. Los 20 alumnos presentes aquella sesión fueron repartidos en 4 grupos. Cada grupo interpretaba un personaje. Los arquetipos fueron escogidos aleatoriamente y asignados al azar: «el amigo fiel», «la que se deja», «la popular» y «el pardillo». Los jugadores debían decidir en grupo qué iba a hacer y decir su personaje.

TaulajocA lo largo de la sesión, y en parte como me esperaba, no fue necesaria ninguna tirada de dados. Los posibles enfrentamientos y acciones relevantes se resolvieron de forma muy natural y narrativa. De hecho, creo que esa es una de las virtudes del juego. Hemos de tener en cuenta que cuando tenemos un objetivo educativo en mente las normas del juego pasan a un segundo plano, lo primero es un correcto aprendizaje.

Al éxito de la sesión contribuyó sobremanera la presencia del equipo de profesionales de Asaupam. Estuvieron repartidos entre los grupos, ayudando en todo momento a los jugadores a meterse en situación, orientando a los chavales con preguntas, consejos y reflexiones. Es más, también apoyaron al profesor, cuya formación en cuestiones relacionadas con la gestión de adicciones y conductas de riesgo no es la mejor. Con el apoyo de profesionales de la educación social la aplicación del juego ha ganado muchos puntos.

No les costó mucho a los chavales entender que debían actuar como los personajes y no como ellos mismos. Así, la pelea que cerraba la aventura e invitaba a la reflexión vino provocada por el personaje de «la popular». Ésta estaba ligando con el novio de otra joven de la fiesta, lo que despertó los celos. El alcohol alteró la percepción y nubló el juicio de algunos de los asistentes, lo que degeneró en una trifulca.

Sin embargo, lo realmente  importante aquí era lo que decían los jugadores (¡Si no bebes no te diviertes!¡Yo me metería en la pelea!¡Cuando bebes no eres consciente de lo que haces!) y que sirvió para orientar la charla hacia sus propias actitudes ante situaciones como las peleas y hacia un consumo responsable del alcohol.

Otra situación que dio pie a discusión fue que el grupo considerara que como «la que se deja» era una chica fácil debía seducir al guardia de seguridad porque «es lo que le gusta». Además, en la fiesta «se dejó meter mano». Lamentablemente, la falta de tiempo nos impidió hacer el mismo hincapié en esta cuestión que en la del alcohol y la pelea.

Como podéis observar, el juego facilita situaciones que se prestan a análisis y reflexión que tienen mucho que ver con la vida cotidiana de los alumnos que han jugado. Personalmente, estoy deseando que llegue al próximo viernes para descubrir qué traman las megacorporaciones, llevar a cabo la campaña completa que incluye el juego y ver cómo reaccionan mis chavales. A priori, aunque todavía es pronto para juzgar, creo que D_Rol está mostrándose como un buen producto que cumple con lo que promete.