Trabajar con adolescentes es como sentirte bipolar. Unos días te los llevarías de viaje al fin del mundo, donde forjaríais un vínculo emocional de por vida, y otros los arrojarías al pozo de Sarlacc, donde podrían encontrar otra definición del dolor al ser digeridos durante más de mil años.
La tercera sesión de juego me ha dejado más ganas de lo segundo que de lo primero. El abogado de la defensa dice que debo entender que se trata de una asignatura que se imparte un viernes a penúltima hora, que el demandante no tendría ni que impartirla porque no es su especialidad, que solo tiene una sesión semanal de 1 hora y que nadie se cree que se puedan suspender (porque total, al final, si pones buena cara la ESO te la regalan, que a un premoh que yo tengo se l’han dao blablabla…).
La segunda aventura nos ha llevado dos sesiones. En la primera de ellas, la clase ha funcionado al 50%. Dos de los grupos han estado fuera de cobertura la mayor parte de la sesión y, de los otros dos, uno estaba hipervitaminado. Puede haber influido el hecho de que en esta ocasión no tenían a ningún formador asistiéndoles o que tenían la opción de interpretar a sus personajes con mayor libertad… Algo tan sencillo como reunir pistas entrevistando a 4 posibles fuentes de información se convirtió en una lluvia de ideas agotadoramente absurda hasta que no me puse serio.
En la aventura, la resistencia descubría que se habían infiltrado dos agentes de las megacorporaciones en su ciudad y que andaban tramando algo. La única pista sobre estos espías la tenía un grupo de jóvenes (interpretados por los amigos de Asaupam) que estaba fumando porros en un parque. Las propuestas de los alumnos alternaban entre el simple secuestro y la elaborada tortura para sacarles información. Según ellos, el fin justificaba los medios (si es que llegaron a entender esa frase…). Por suerte, recondujimos la situación y abordamos el problema de consumo de droga con los consejos pertinentes, aportando soluciones ante una bajada de tensión por consumo de cannabis (un blancazo) y planteando otras cuestiones que fueron del interés de los chavales.
En la segunda sesión que nos ha ocupado esta segunda aventura el ambiente fue más relajado. De hecho, los alumnos han empezado a actuar como sus personajes. Así, el pardillo propone ideas descabelladas, la popular trata de tomar la iniciativa al hablar y la que se deja pone de manifiesto su escaso criterio. Lamentablemente hay un grupo en el que los alumnos, todas chicas, apenas se involucran en la historia. Es la única nota negativa y que habrá que solventar.
La información obtenida en el parque llevó a los miembros de la resistencia hasta una fábrica donde se escondían los dos agentes infiltrados. Una vez allí, se plantearon dos estrategias. Entrar en la fábrica con la excusa de buscar trabajo o realizar una entrada ilegal. Por suerte, las tiradas de criterio y habilidades sociales encaminaron al grupo hacia la solución menos delictiva.
Finalmente, una trampa permitió la captura de los agentes de las megacorporaciones, quienes al verse acorralados hicieron saltar la fábrica por los aires. Entre cascotes, humo, fuego y una lluvia de queso fundido (¿De qué podía ser la fábrica?) los infiltrados escaparon, dejando tras de sí una valiosa información. Se está preparando un asalto contra la ciudad y, sin saberlo, va a contar con la involuntaria ayuda de los ciudadanos de Badatown.
Una de las pocas situaciones en las que tuve que improvisar fue durante la resolución de la trampa tendida por los agentes a los infiltrados. El juego no contempla la posibilidad del combate, ni tiene descritas habilidades al uso. Quizás podríamos usar el atributo polifacético para determinar si conoce técnicas de autodefensa. Aún así, la situación la encarrilamos de forma cinematográfica y a nadie pareció chirriarle la fuga entre explosiones.
Por último, y de nuevo, es de agradecer la participación del equipo de Asaupam. No sólo por cómo desarrollan el tema de la prevención durante las sesiones de juego, sino por cómo ayudan al profesor al asistir a los grupos cuando es necesario. Sin ellos esta experiencia no tendría la misma efectividad.