
Lances, mismo texto con distintas portadas.
Para la reseña de esta semana nos ponemos calzas, capa, sombrero y jubón, nos ceñimos ropera y daga al cinturón y nos mantenemos alerta para evitar el !aguavá! de algún truhán, de algún señor. Una vez más volvemos al siglo XVII, siglo de Austrias, de Alatristes y de más de un matasietes, pero para meternos de cabeza en el mundo de las comedias.
Lances es el juego que esta semana os destripo, de la editorial Nosolorol, obra de Manuel J. Sueiro, Francisco Javier Santos y Ángel Paredes, a quienes por ello felicito. La obra consta de casi 80 páginas, bellamente acompañadas por las ilustraciones de Jaime García, encargado de las artes gráficas.
La obra consta de cinco capítulos y un glosario. Como de estar en versos queda lejos, es por ello apta para gentes de este tiempo: vagos, maleantes o, simplemente, roleros viejos.
De las máximas del juego va el primero, es decir, las normas que acatamos pueblo, nobleza o clero. Usa baraja española de cartas y al director lo llaman dramaturgo, a los jugadores intérpretes y a los turcos, turcos. Con las reglas se pretende no caer en un desmadre. Cuatro atributos se tienen: bríos, entendimiento, retórica y talante, o en palos de la baraja: espadas, oros, copas y bastos. A las acciones de toda la vida llaman querellas y desafíos y se resuelven con las cartas de la mano. Como es menester, hay duelos a muerte, y primera sangre.
El juego se estructura en planteamiento, nudo y desenlace, pero entre ellos hay loas, entremeses, jácaras y bailes. En cada parte algo ocurre, y a probarlo todo los autores nos inducen, incluso a hablar en verso, si en sus mercedes no hayan miedo.
De la Historia de las Españas, va el capítulo segundo, desde Isabel y Fernando, hasta el rey Felipe IV. Se habla de reyes y demás gentes, los que medran en la Corte y los que en Madrid residen, de qué comen, cómo enferman y si tienen suerte, viven. Nos retratan una España donde importaba el honor, el amor (según se mire), y el con quién vas y cómo vistes.
En el capítulo tercero, de la ciudad y sus placeres, nos explican cómo pasan los días y organizan sus quehaceres, los que viven en las villas más importantes de España, que son Madrid y Sevilla. Se podía hacer de todo, aunque estuviese prohibido: asistir a una quema colectiva de moriscos, en lo que Auto de Fe llamaban; soltar y escuchar rumores, en las cercanías del Alcázar; lucir prendas en las fiestas y jornadas señaladas; ver las corridas de toros, donde los cuernos abundaban dicen que hasta en las gradas; también en teatro valía, para una parte del día; y jugar a naipes e ir de putas sin salir de la mancebía. Pues qué quieren que les diga, tan mal… no se vivía.

El corral de comedias no se incluye en el juego. Puede adquirirse por separado.
El capítulo cuarto, de la labor del dramaturgo, está hecho para quien piense dirigir y tenga la osadía. Es de obligada lectura para quien se lance con la comedia, y rebosa de consejos de quien goza maestría. Y si se diese, extraño caso, que nos faltase el valor de inventar una comedia completa, los autores de la obra por nosotros las inventan: hay entremeses variados y un aventura perfecta en la que muere un amigo en circunstancias perversas.
En el capítulo quinto, deciden para nuestro gozo, hablar de las gentes ilustres, aquellos que en aquel tiempo se valían de ser famosos. Entre los nombres citados, hay personajes notorios, como el poeta Quevedo o el truhán don Juan Tenorio. El Conde Duque Olivares, o Lope de Vega y Carpio, Calderón de la Barca, y nuestro rey Felipe IV. También abundan mujeres, de las de armas tomar: Catalina de Erauso, acostumbrada a luchar, actrices de buena fama como Ana «la Baltasara» y las que no se conforman como Doña Brígida Alcántara.
Por último incluye también un didáctico glosario de términos ya en desuso pero que vienen al caso: arbitrista, cazuela y coíma, corchete, figón y amarraco. En algún lugar aparecen, entre jaques y pisaverdes, la rubiza y la ramera, que con los tiempos que andan, sus hijos parece que mandan, hoy por hoy y desde siempre.
Para un buen uso docente de este producto en concreto se me ocurre trabajar entre varios departamentos. Revivir las comedias, escribir entremeses, diseñar escenarios, a varias ciencias compete: Lengua y Literatura, Plástica y Ciencias Sociales, perdiendo el miedo a tener clases no convencionales. Hacer más interesante, una jornada lectiva, hará nuestra masa de alumnos un poco más receptiva.
Sin más rimas ni molestias, sin más relleno ni paja, os pido un brevísimo aplauso, y ya dejáis que me vaya.
Ficha técnica
Nombre: Lances (Juego de roles del Siglo de Oro)
Autores: Manuel J. Sueiro, Francisco Javier Santos y Ángel Paredes
Fuentes: Las obras, fundamentalmente teatrales, del Siglo de Oro de la literatura española.
Ambientación: El Siglo XVII en el marco de la Monarquía Hispánica.
Cursos: Por su contexto, es perfecto para las Ciencias Sociales de 2º de ESO (Edad Moderna) y las de literatura.
Conceptos clave: Siglo de Oro, Siglo XVII, Monarquía Hispánica, Comedia.