Vamos a crear un juego (Día 1)

El año pasado los alumnos de 1º de ESO simularon sobre el tablero el desarrollo de la batalla de Qadesh con unas sencillas reglas que les proporcioné. Esta actividad fue el colofón al tema de las primeras civilizaciones históricas. Sin embargo, este año he decidido que sean ellos los que creen el escenario y las normas para representar este choque entre egipcios e hititas. Es decir, ellos generarán el tablero, las normas y las fichas. Al menos esa es mi intención.

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La pizarra de toda la vida, fiel compañera del profesor, con los restos del brainstorming

Hoy hemos empezado el trabajo. Después de haber dedicado la primera mitad de la sesión a hacer un examen sobre las primeras civilizaciones urbanas tal como las entiende el currículum de la ESO (Egipto y Mesopotamia ¿Es que hay algo más?) les he planteado la actividad. ¿Recordáis el vídeo de la semana pasada que hablaba sobre una batalla? Pues la vamos a convertir en un juego de tablero.

La acogida inicial de la idea ha sido estupenda: ¡Como el Clash of clans! ¡Como el ajedrez! Estos han sido los dos referentes que han salido a la luz a la hora de imaginar un juego de tablero.

Antes de que la situación se descontrolase he tomado las riendas y les he planteado una serie de preguntas que guiarían el proceso de creación:

¿Qué bandos representaremos? Evidentemente, egipcios e hititas.

¿Qué unidades había en el campo de batalla? La primera idea que han tenido ha sido utilizar las fichas del ajedrez, pero hemos llegado a la conclusión que ni torres, ni reinas, ni alfiles estuvieron en el campo de batalla. Luego han empezado a enumerar las unidades que recordaban del documental: Ramsés y Muwatalis, carros con caballos, arqueros e infantería.

¿Dónde lucharemos? De nuevo la primera idea ha sido la del tablero de ajedrez, conocido por todos. Les he hablado de hexágonos, pero la han desechado porque les costaría más representarlos y había muchas direcciones hacia donde mover. Al final, han acabado apostando por la primera fórmula.

¿Cómo nos moveremos? De nuevo la discusión ha girado en torno a los movimientos de las fichas del ajedrez. Unos querían asignar movimientos concretos a cada ficha, otros querían libertad total para desplazarse por el mapa.

Lamentablemente el tiempo de clase se ha agotado sin obtener una respuesta clara a la última cuestión, pero me ha dado tiempo a plantear otras que resolveremos en los días venideros: ¿Cómo se eliminan las fichas? ¿Cuál es el objetivo: tomar la ciudad o eliminar al rey/faraón? ¿Cuántos podremos jugar simultáneamente?

Así que, paciencia, a ver dónde nos lleva esto…

 

Los nombres de los lugares

Una de las cosas más dífíciles, a mi juicio, a las que se enfrentan escritores y creadores de mundos en general es la toponimia, poner nombre a lugares, mares, montañas, ríos, ciudades o reinos enteros. Y, salvando las distancias, medios y contextos, es la misma dificultad a la que imagino que debió enfrentarse cualquier grupo de seres humanos a la hora de dar un nombre a su hábitat. La mayor dificultad està en conseguir que un nombre suene natural, poco forzado, y que nos haga olvidar que en algún momento significó algo. Y, sin embargo, bautizar lugares es, sin duda, una de las partes más divertidas de la geografía.

De este modo, nosotros, como sociedad humana, nos hemos acostumbrado a los nombres que desde tiempos remotos hacen referencia  nuestros enclaves y que, finalmente, sirven para ponernos un nombre y definirnos a nosotros (o para que otros nos definan). Tan acostumbrados estamos ya, que hemos olvidado qué significan y por qué ese nombre y no otro. A veces, ignoramos por completo la historia que se oculta tras el nombre y la gran aventura que supuso llegar hasta allí y decir: esta tierra es nuestra.

Algunas veces me enfrento a las preguntas de mis alumnos de qué significa un nombre o de dónde viene. Lo cierto es que aunque algunos son de sobra conocidos, como el caso de la ciudad de León por ser lugar de ocupación de una legión romana, otras muchas veces no sé responder.

Y aunque no sea la solución, sí que puede resultar útil, divertido, inspirador, el conjunto de mapas del Atlas of true names de Stephan Hormes y Silke Peust. Se trata, ya lo advierten, de un divertimento en constante revisión, nada definitivo ni 100% fiable. De hecho, puede ser un recurso educativo muy interesante y motivador, quizás para sesiones de introducción a temas de geografía física o política, que no despiertan mucho interés entre los alumnos.

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Una toponimia muy curiosa

Para nosotros, los fragmentos que pueden resultar más interesantes son los de la Península Ibérica y Latinoamérica. En el caso de España, encontramos cosas bastante conocidas, como que ésta se convierte en el País de Conejos, Valencia es La sana (nuestro «vale» en latín era como desear buena salud a alguien) o Alcántara es El Puente, del árabe. Sorprenden más nombres como las Montañas del fuego secreto para los Pirineos, el País de la gente corriente y los grandes señores, para Cataluña o el Río lejos del agua, para el Tajo.

Para Latinoamérica los nombres mezclan los derivados del latín y el castellano con los nombres de las lenguas nativas precolombinas. Así, Ecuador es Igualador y Venezuela es la Pequeña Venecia. Pero hay nombres tan curiosos como Aquí hay humanos (Nicaragua) o No os entiendo (Yucatán)

Es sorprendente darse una vuelta por todo el globo buscando nombres, que en ocasiones pueden resultar muy evocadores y pueden inspirar mil y una aventuras a lugares como el País de los fuertes, la Tierra de la Palabra, la Tierra de las diez tribus o la Tierra donde no hay nada. Y todo eso sin salir del Planeta Tierra.

Escenografía histórica: El plano de la Barcino romana

barcinoromana¿Qué sería de las partidas de rol sin planos en los que situarse en momentos concretos? ¿Y de esos juegos de miniaturas que  requieren escenografía?  Vale, puede que no siempre sean fundamentales, pero ayudan, y si se hace bien molan. Por esa razón esta semana en 1º de la ESO nos hemos dedicado a reconstruir el plano de la Barcino romana, de manera sencilla, pero con algo de relieve, para darle personalidad.

Vale, puede que las razones principales no sean las mencionadas anteriormente. En realidad, diseñar y construir con sus propias manos una maqueta de una ciudad romana ayuda a dar forma a la información de los libros («…dos arterias principales que se cruzan en el foro…», «…edificios como las termas, los templos…», «…rodeadas de murallas…», «…calles que se cruzan en ángulos rectos…», etc.) y a asentar el conocimiento adquirido, a poner en práctica competencias manuales y de ordenación del espacio…

Los materiales: cartulina, cartón-pluma, tijeras, cúter, pegamento… Y algunos de los resultados:

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