Acabó el segundo trimestre y comenzó el tercero, dando así paso a un nuevo grupo de juego para la asignatura. De nuevo, 15 son los alumnos afortunados (algunos no se han dado cuenta todavía) para explorar el universo de los juegos de rol y de mesa aprendiendo algo en el intento.
Como ya es costumbre, empecé la primera sesión del trimestre haciendo una encuesta a los recién llegados para averiguar qué saben de los juegos de rol y de mesa, qué juegos conocen, qué creen que pueden aprender con ellos, cómo piensan que es la gente que juega o en qué gastan su tiempo libre, entre otras cosas. Como en las ocasiones anteriores, ya expondremos los resultados cuando los hayamos sometido a análisis.
En esta primera sesión, a diferencia de las anteriores, pudimos contar con material nuevo en cuanto a juegos de rol y de mesa se refiere gracias a las aportaciones de distintas editoriales a lo largo del mes de marzo. De esta forma, la explicación no se quedaba solo en una visión teórica acompañada de un powerpoint, sino que se convertía en algo manipulativo.
Para empezar, tras explicarles lo que eran, puse en sus manos ejemplares de varios juegos de rol de distinto formato, desde el los más pequeños hasta los más voluminosos. Su reacción, contraria a la esperada por mí, fue más bien de cierta decepción y rechazo. Como ya comenté por G+: ¡Profe, pero si esto es un libro, tiene muchas páginas y hay que usar la imaginación! ¡Vaya por Dios! ¡Qué problemón!
Sin desfallecer les conté las maravillas que se esconden tras sus páginas, pero fue como la primera oleada de un desembarco en tierra de conquista: las defensas de la playa eran recias y la población nativa hostil. ¡Los argumentos caían uno a uno bajo las balas de la desidia!
Así que decidí pasar a la segunda parte, organizar un desembarco (vale, un unboxing) de juegos de mesa. Les repartí por grupos aquellos juegos de mesa que la editorial Devir había enviado para la asignatura: Catan (¡por Dios, el mejor juego del mundo by now!), Carcassone, Ricochet Robots y La Resistencia. ¡Esto no podía fallar! Pues… ¡Ja! con cierto recelo, y tras manosear fichas, cartas y losetas, llegaron a la conclusión de que todo aquello, antes de dejarse llevar por la emoción, debía ser jugado.
Al día siguiente empezamos con la primera sesión de juego de la asignatura. El juego seleccionado para desentumecer la imaginación y la habilidad de hablar en público y trazar discursos mínimamente coherente, fue el Story Cubes, del que ya he hablado en otras ocasiones.
Antes de jugar, viendo que el grupo se había mostrado bastante tímido y reacio el día anterior, tuve que recurrir a una operación de acoso y derribo sin descanso. En pie, empezamos a hacer ejercicios de estiramiento, a correr por la clase, a repetir frases absurdas, a levantarnos y sentarnos… en definitiva, empezar a perder el miedo al ridículo.
Una vez ablandadas sus defensas el juego empezó a fluir con naturalidad. En esta ocasión, usamos unas reglas que encontré mediante el blog de WKR para jugar a ¡Sí, señor oscuro! pero con los dados del Story Cubes. Los iconos de los dados se convirtieron en excusas con los que construir historias absurdas pra cargarle el muerto a otro jugador. Poco a poco fuimos añadiendo elementos y frases que debían aparecer en cada historia: un troll lamiendo piruletas y un unicornio comiendo nabos (WTF!).
Añadiendo unas pocas variantes más, como el cronómetro o la variante de ser un periodista que debe colar una noticia a un grupo de redactores, llegamos al final de la sesión sabiendo que, tras pasarlo bien, la hora se había hecho muy corta para algunos.