En la línea del artículo anterior hoy traigo otro adjetivo positivo que aplicar a los juegos de rol y a sus adeptos. De igual manera que llegué a la conclusión de que jugar a rol es una práctica perfectamente anarquista (a través de la lectura, la reflexión y el intercambio de conocimientos con mis alumnos a lo largo de estos dos últimos años años) llegué a la conclusión de que jugar a rol es una práctica que puede ser considerada como ocio sostenible, alejada del ocio consumista, y, por tanto, decrecentista. De hecho, mantener y defender esta conclusión es una de las muchas razones que me llevaron a crear este blog.
El decrecimiento es, por si alguno no lo tiene claro (yo me enteré hace 2 años), una teoría y práctica social y económica que defiende la reducción de los niveles de consumo con prácticas de carácter ecológico y de vida social y colectiva. Para entenderlo de manera fácil y visual os recomiendo este documental que gira en torno al ceoncepto de la obsolescencia programada.
Y ahora, ¿Por qué considero que jugar a rol es una práctica decrecentista?

Grandes ventanales, iluminación natural, escaso mobiliario, vegetación natural, figuras talladas a mano… el rol es ecgológicamente sostenible!
Porque el consumo de energía requerido para llevar a cabo una sesión de juego es entre cero y muy poco. ¡Pero los libros de rol matan árboles! Sí, y es una pena, pero hay que pensar que en principio, siguiendo la lógica del capital, el papel procede de bosques sobre los que se aplican criterios de sostenibilidad. Es decir, si desaparece el bosque desaparece el papel, desaparecen los libros, desaparece el beneficio. Pero, y esto es así, una vez comprado, el libro no requiere de operaciones de mantenimiento o recarga y su uso posterior solamente implica el uso de la energía de nuestra cabeza. Por eso a Gas Natural, Endesa e Iberdrola no les gustan los juegos de rol.
Porque, según cómo, los juegos de rol transmiten valores contrarios a los que se intenta inculcar constantemente. Así, incentivan la colaboración frente a la competitividad, el ahorro frente al consumo irresponsable, la conexión frente al aislamiento, la actividad frente a la pasividad, la destecnologización frente a la hipertecnologización. Por eso a Apple y Mercadona no le gustan los juegos de rol.
Contar, narrar y actuar son actividades sociales anteriores a cualquier práctica económica, con una potencialidad pedagógica y de aprendizaje bestial. Por eso a Santillana, Vicens Vives y a los redactores de los currículums educativos no les gustan los juegos de rol.
Porque de normal los adquirimos en tiendas especializadas, aquellas que no son grandes superficies permanentemente abiertas que con sus horarios y calendarios explotan a sus trabajadores. Así, incrementamos el comercio de barrio o de proximidad relativa y favorecemos el trato directo entre el vendedor y el usuario. Por eso al Cortinglés y a Galerías Preciados la FNAC no les gustan los juegos de rol.
Porque frente a la macdonalización del ocio, reivindicamos un ocio de calidad, casero, próximo y de gourmet. Y bueno, aunque bebamos cocacola y zampemos doritos y lays durante las partidas, siempre hay alguien que trae muffins magdalenas, tartas y cakepops hechos en casa. Por eso a Ronald McDonald no le gustan los juegos de rol.
Este vendría a ser el aspecto de la mesa de juego de mi grupo una tarde cualquiera
Porque un juego de rol se reutiliza y se comparte, se regala y dona, se revende fácilmente y, llegado el caso, se podría reciclar sin problemas si fuese necesario. Así también, materialmente hablando, cuando vienen embalados su protección no genera tantos desperdicios y residuos como otros productos. Por eso a los fabricantes de burbujas de embalaje y corcho industrial no les gustan los juegos de rol.
Y finalmente, porque creo que es barato. Sí, es barato comparado con otras actividades. Por ejemplo, si alguien empezase a jugar a La Llamada de Cthulhu, Pathfinder o Aquelarre solo debería desembolsar los 50 euros del manual básico. ¿Para qué gastar más cuando tienes centenares de aventuras gratuitas, amigos que con suerte puedan prestarte alguna campaña y la ilimitada capacidad de tu imaginación? Eso último nos hace creadores y dueños de nuestro propio ocio. Pero 50 euros siguen siendo caros, dirán algunos. Bueno, pues los hay más baratos o ediciones resumidas de esos y otros juegos. Y si aún así te sigue pareciendo caro, hay páginas de descargas donde por nada puedes descargarte aventuras, campañas y manuales completos. Pero, si lo haces, piensa que los autores de los juegos son personas como nosotros y merecen una gratificación por su trabajo. Por todo esto a la SGAE no le gustan los juegos de rol. Los gratuitos todavía menos.
Seguramente, existirán muchas otras razones para considerar a los juegos de rol como algo social, económica y ecológicamente positivos. Es cuestión de que cada uno encuentre aquellas que mejor representen su visión y su forma de entender los juegos de rol. De esta forma podemos colaborar en la difusión de un entretenimiento que todavía se ve lastrado por la visión que de ellos tiene la mayor parte de la sociedad. De hecho, siempre recordaré, hasta que me asalte el alzheimer, mi primera visita a una tienda de libros de segunda mano en busca de manuales de juego de rol a un precio económico. Regentaba el negocio un anciano decrépito, huraño y maloliente conocido como El Anciano. Su reacción ante mi pregunta fue la única que no me hubiese esperado. Sus dedos adoptaron la forma de un revólver y bajando el pulgar repetidas veces dijo: ¿Eso es de matar gente, no? Sorprendido y algo atemorizado, caminé de espaldas hacia la salida mientras El Anciano me seguía apuntándome con su «pistola». Ya fuera del negocio aceleré el paso y, al llegar al final de la calle, me giré para descubrir al viejo en la puerta de su negocio, desde donde continuaba disparando sus balas invisibles.
En fin, para que esto no vuelva a pasar, saquemos a relucir todas las virtudes que este ocio reserva a sus jugadores cuando nos sea posible. Quizás en un futuro expliquemos porque jugar a rol es para triunfadores y gente guapa.